Me gustaría, en esta última entrada,
comentar algunos de los temas propuestos.
En "Juventud,
maldito tesoro" Sánchez
Ron insiste en las implicaciones científicas
y políticas
que se derivan del hecho de que "en ciencia, la creación de conocimiento realmente
original suele deberse a jóvenes".
Afirma el autor que lo realmente importante es "identificar al genio
cuando este aún
no ha eclosionado", algo que, por otra parte, parecen haber entendido bien
(demasiado bien) los clubes actuales de fútbol,
de ahí los
recientes problemas jurídicos
que han tenido varios de ellos respecto a la contratación de jugadores menores de edad para
disputar competiciones en categorías inferiores.
De lo que se trata, por
agotar el símil
futbolístico,
es de que España
no sea uno de esos clubes de segunda fila a los que suelen regresar los
jugadores cuando ya han dado de sí
lo mejor de sí
mismos. Resulta interesante comparar estas palabras de David Villa,
procedentes de una entrevista en El País
(2 de Junio de 2014): "Vengo al fútbol
estadounidense a terminar mi carrera deportiva. En Europa, pasada la treintena,
es difícil
triunfar" con las de Severo Ochoa, al regresar definitivamente a España, de las que se
hace eco el propio Sánchez
Ron: "He vuelto porque en EEUU no quieren a los viejos."
A propósito de la
endogamia universitaria, efectivamente los datos que plantea la revista Nature
son alarmantes. Jordi Caballé
destaca en varios artículos
la "castración
intelectual" producida por la seguridad de permanecer en el propio departamento,
lo que contribuye a redactar tesis doctorales con un importante nivel de
mediocridad.
Si entendemos la
endogamia como la situación
en la que los recién
doctorados son contratados por el mismo departamento universitario en el que
han cursado el doctorado, y si además existe suficiente evidencia empírica acerca de que
la productividad científica
de los profesores que han obtenido su plaza bajo un régimen endogámico
es en promedio menor que los que la han obtenido en un régimen más
abierto y competitivo, entonces es indiscutible que debemos hacer algo.
En 2008 España lideraba la
clasificación de países europeos con un porcentaje más alto de
profesores que habían
obtenido su doctorado en la misma universidad en la que trabajaban (69%).
Los intentos destinados
a abrir el sistema a la competencia, exigiendo algún tipo de acreditación por parte de
agencias de evaluación
nacionales, externas a las universidades, han cometido el error, desde mi punto
de vista, de imponer criterios cuantitativos para obtener una evaluación favorable (en
detrimento, en muchas ocasiones, de la calidad).
El resultado es,
lamentablemente, de sobra conocido: 7000 profesores acreditados para acceder a
una plaza cuyo destino final está
controlado por los propios departamentos. "Y ruede la rueda, y gire
la noria."